Nápoles agarrado a una utopía de cara a la última jornada pero con esperanzas, al fin y al cabo, de meterse en octavos de final.
Con las gradas de San Paolo tristemente semivacías (los precios impuestos en la Champions son prohibitivos) los primeros 55 minutos del duelo entre el Nápoles y el Shakhtar fueron una invitación al tedio. Ni podían los italianos ni parecían querer demasiado los ucranianos, conformes con un empate que les aseguraba el pase a octavos.
Hasta que apareció Insigne con un remate lejano, de rosca, magnífico y endiablado, al que no pudo responder Pyatov para poner el 1-0 en el marcador. La triste estampa del estadio dejó muestras del ánimo de los incondicionales, que comenzaron a soñar con la posibilidad de voltear las cosas. Y en un final curioso, con dos minutos de diferencia, Zieliński y Mertens convirtieron una victoria mínima en goleada, para superar el goal average con el Shakhtar y quedar todo pendiente de la última jornada.
El 6 de diciembre necesitará el Nápoles ganar en Rotterdam a un Feyenoord cuya cuarta posición ya está sentenciada. Y deberá confiar en que el Manchester City de Guardiola venza en Ucrania al Shakhtar para cerrar con un pleno de puntos. Y ayudarle a confirmar el milagro.
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